Seis cosas aborrece Jehová, y aun Siete abomina su alma: (PROVERBIOS 6: 16-19)


  1. Los ojos altivos, 
  2. La lengua mentirosa,
  3. Las manos derramadoras de sangre inocente, 
  4. El corazón que maquina pensamientos inicuos,
  5. Los pies presurosos para correr al mal,
  6. El testigo falso que habla mentiras,
  7. Y el que siembra discordia entre hermanos

Seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma: 17 Los ojos altivos, la lengua mentirosa, Las manos derramadoras de sangre inocente,  18 El corazón que maquina pensamientos inicuos, Los pies presurosos para correr al mal, 19 El testigo falso que habla mentiras, Y el que siembra discordia entre hermanos. (Proverbios 6: 16-19)

LOS OJOS ALTIVOS 

La palabra altivo es definida por el diccionario como ‘orgullo’. La palabra se utiliza siempre en la Biblia en el sentido de ‘arrogante, condescendiente y ponerse por encima de los demás’; y se establece en contraste con ser humilde. 

Los ojos altivos se describen en Proverbios 21:4 como pecado, y orgullo de corazón. Tener ojos altivos es tener un comportamiento arrogante; es una actitud general del corazón que hace que uno ridiculice o ‘mire con menosprecio’ sobre otros. La persona altanera como Satanás, se pone por encima de los demás, y finalmente sobre Dios. 

Cuando somos altivos, nos convertimos en el centro de atención y todo gira a nuestro alrededor. Hay poca o ninguna preocupación por lo que piensan los demás y no hay ninguna consideración por Dios. Así que, en el orgullo y la arrogancia, es donde comienza todo el pecado. 

Cuando Jesús, que es co-igual con Dios el Padre y el Espíritu Santo desde la eternidad pasada, se encontró con personas cuya vida era un caos absoluto, Él no los miró con desaprobación. Sin embargo, dijo: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. 29 Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma» (Mateo 11:28-29). 

Y en Isaías 66:2 encontramos estas palabras del Señor: “Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.»

Mientras que el orgullo siempre nos aleja de los demás, la humildad atrae a las personas. Jesús vino en humildad porque Su misión implicó atraer a la gente a Dios. Porque Dios ama la humildad, y aborrece los ojos altivos. 

LA LENGUA MENTIROSA

Mentir consiste en hacer declaraciones falsas intencionalmente. Esto demuestra una falta de compasión, porque el justo aborrece la mentira; y el malvado acarrea vergüenza y deshonra (Proverbios 13:5). 

La mentira es la marca de una persona infiel, porque el testigo verdadero jamás engaña; y el testigo falso propaga mentiras (Proverbios 14:5). 

Los mentirosos aman la conversación impura y el malvado hace caso a los labios impíos, y el mentiroso presta oído a la lengua maliciosa (Proverbios 17:4). Los mentiros deben tener cuidado porque; recibirán como herencia el lago de fuego y azufre. Esta es la segunda muerte (Apocalipsis 21:8). 

Como seguidores de Jesucristo, estamos llamados a quitar ‘el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios’, que incluye la mentira (Colosenses 3:9). 

LAS MANOS DERRAMADORES DE SANGRE INOCENTE 

La definición de derramar sangre inocente en referencia a esta escritura es asesinar a alguien que no tiene culpa. Puesto que somos creados a la imagen de Dios, aquellos que derraman sangre inocente no solamente desprecian la vida humana, pero el propio Dios, y al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová (Salmo 5:6). 

El aborto es algo que prevalece en nuestro mundo de hoy, que se ajusta exactamente a la descripción de la escritura que habla de «las manos que derraman sangre inocente». Los bebés son inocentes y no han hecho nada que sea digno de muerte, pero tantas personas sienten que tienen el derecho de matar a un niño debido a las molestias que pueden causar. 

La Biblia nos dice no matarás (Éxodo 20:13) 

El mayor ejemplo que vemos en las Escrituras de la pérdida de la vida inocente es Jesús. Cuando fue asesinado, incluso el hombre que lo condenó a muerte sabía que no había nada que Jesús había hecho para merecer la muerte (Mateo 27: 23-24). 

EL CORAZÓN QUE MAQUINA PENSAMIENTOS INICUOS

La maldad se define como algo ‘que es moralmente incorrecto y con una intención deliberada de lastimar a las personas’. 

Esto abarca pensar o tramar mal contra cualquier individuo para beneficio personal u otras malas intenciones. Cualquier pecado es un plan perverso, pero el corazón de un hombre malvado constantemente planea traer a otros a la ruina, ya sea física o espiritualmente. 

El corazón crea planes malignos, debido a la astucia y las tentaciones del diablo. Aquellos «que urden en su corazón planes malvados y todos los días fomentan la guerra. Afilan su lengua cual lengua de serpiente; ¡veneno de víbora hay en sus labios!» (Salmo 140:2-4). 

“Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, 22 la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. 23 Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona« (Marcos 7:21-23). 

«Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?» (Jeremías 17:9). Así que todas las intenciones y reflexiones del corazón del hombre son malas por naturaleza si no tienes una relación con su Creador y Salvador – «pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7). 

PIES PRESUROSOS PARA CORRER AL MAL 

Aquellos cuyos pies se apresuran a precipitarse hacia el mal, no muestran resistencia alguna al pecado y perecerán. 

La Palabra nos dice, «no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas» (Efesios 5:11). 

Debemos andar por el Espíritu, y no satisfacer los deseos de la carne, (Gálatas 5:16). “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención» (Efesios 4:30). 

Debemos «resistir al diablo y él huirá de ustedes» (Santiago 4:7). 

EL TESTIGO FALSO QUE HABLA MENTIRAS 

Ya hemos visto que Dios odia «la lengua mentirosa». Aquí tenemos un tipo más específico de mentira. Dios odia a un testigo falso – alguien que comete perjurio, acusando a una persona inocente de algo que ellos no hicieron. 

La prohibición de dar testimonio falso es el noveno de los Diez Mandamientos, y el Nuevo Testamento lo condena igualmente. Porque el testigo falso no quedará sin castigo; el que difunde mentiras perecerá (Proverbios 19:9). 

Los cristianos son nuevas creaciones en Cristo (2 Corintios 5:17), y como tal, reflejan Su naturaleza. Fuimos liberados de nuestro «hombre viejo» con sus malas prácticas, tales como la mentira y el falso testimonio. 

Y EL QUE SIEMBRA DISCORDIA ENTRE HERMANOS 

En muchas situaciones, los conflictos entre hermanos e incluso dentro de la iglesia parece inevitable, pero cualquier persona que intencionalmente cause perturbación de la paz en el cuerpo de Cristo desagrada a Dios, ya que esto da razón para que otros pequen y que ellos sigan pecando (1 Juan 2:9-11; 4:19-21). 

La gente, que chismorrean o calumnian a otros, por lo general se siente plenamente justificados en lo que están diciendo. Pero si una persona se siente justificada o no, lo que estás diciendo es irrelevante porque Dios lo odia cuando alguien siembra discordia. Esto no significa que no debamos lidiar con el conflicto ni amonestarnos. Pero debemos hacerlo de una manera que minimice la discordia. 

Jesús buscó muy intensamente la unidad entre Sus seguidores. Jesús oró por la unidad entre Sus seguidores (Juan 17). De hecho, Jesús oró para que Sus discípulos tuvieran el mismo grado de unidad y solidez que Él tenía con el Padre. 

Debe haber unidad sobre todo en la familia porque: «El hombre que divorcia a su mujer – dice el SEÑOR Dios de Israel – violenta al que debe proteger – afirma el Señor Todopoderoso. Así que cuídense en su espíritu, y no sean traicioneros.» (Malaquías 2:16) 

Para terminar, Dios tiene la cura para todos estos pecados si queremos honrarlo. Éstos son sólo algunos de ellos. 

«La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte» (2 Corintios 7:10). 

“Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. 27 Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes” (Ezequiel 36:26-27). 

Y por último: «Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad» (1 Juan 1:9).

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